Me encuentro en tus recuerdos
- Juan Carlos Orozco
- 17 abr 2017
- 2 Min. de lectura
Me tienes al filo de tu mano, taciturno a la espera de una muestra de vida que haga latir lo que queda en mi pecho.
Recuerdo la primera vez que te dije que te quería, de una manera tan simple que no supe cómo reaccionarías. Pero ahí estabas, queriéndome de la misma manera. Llegamos al te amo a una velocidad tan rápida que simplemente pasó; pasó y ya. Y hace tanto que nos compartíamos en la misma cama, en los mismos abrazos. Nos encontrábamos en cada parpadeo, ignorando los problemas de allá afuera. Ahí estuve, junto a ti, más tiempo del que debí de haber estado.
Y ahora vuelves, al igual que como vuelven los perros. No con la cola entre las patas y una lengua de fuera, sino fiel y extrañando mis caricias. Regresas esperando a que te diga lo que solía decirte, pero tú con un dedo enjoyado y una sonrisa piadosa. Me hablas con las mismas palabras que solías dirigirme; aquellas que me carraspeaban y hacían que me enojara. No porque eran ilusas y estuvieran fuera de contexto, sino porque sabía que estaban llenas de esperanza, la misma que ahora yo siento por otras cosas; por otras personas. Esa misma que late al unísono de la añoranza, en una contienda única y palpable en la carne.
Y ahí estás, observándome entre las sábanas con esos ojos verdosos, soltando la brisa con tus pestañas y sonriendo con tu dulce boca. Entrecomillando tus labios y mostrando tus dientes. Y ahí estoy, recordando cada curva de tu cuerpo, cada aroma de tus esquinas. Tú queriendo amarme, encontrándome en los recuerdos, a la espera de que yo regrese, con un arrepentimiento entre las manos y un perdón en mis palabras. Pero no me verás; no regresaré. No rozaré tu vida ni de la manera más accidental ni banal. No me sentirás en las noches, tocándote con la yema de mis dedos, ni mucho menos sintiendo el picor de mi vello sobre tus piernas. Tampoco te extrañaré, ni en mis sueños más remotos ni en la ebriedad más profunda.
Te podré ver a los ojos, como veo a la mera tierra. Mientras que tú me podrás ver, con la misma mirada con la que atesoras al mar.
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