Los González
- Juan Carlos Orozco
- 6 nov 2017
- 5 Min. de lectura
El siguiente ensayo lo encontré deambulando entre la universidad. Caminaba tranquilamente, hasta que de entre la misma ventisca unas hojas engrapadas cayeron ante mis pies. No fue lo arrugado de las páginas ni lo mal citado que estaba, nada de eso llamó mi atención tanto como lo hizo el título del trabajo académico que yacía en la suela de mi zapato. Y al leerlo, no pude más que darle la razón, sin titubear ni alarmarme, ya que todos hemos conocido de la maldición de los González que ha optado por acabar con nuestras ambiciones.
Por eso decido publicarlo, sin pleno consentimiento del autor original, puesto que no deseo exponerlo ante la sociedad como una persona llena de amor por estas criaturas. Espero su demanda por plagio, pero estoy seguro que no se preocupará por el que su trabajo escolar llegue a los ojos de terceros. Hasta podría agradecerme en un intento por sentirse complacido. Pero eso sí: diré que la calificación puesta ―reprobatoria, por supuesto― es más que justa ante tal cantidad de respeto que les muestra. Si me preguntan a mí, que se jodan los González.
Dicen que vinieron por tener sexo con simios. Puede que comenzó siendo un arma de los países árabes para acabar con el yugo Occidental. Llegaron en un asteroide y se propagaron entre humanos. Tal vez estaba escrito que pasaría esto en algún texto bíblico. Realmente nadie lo sabe, pero se supone mucho del origen de los González[1].
La manera más efectiva y simple de saber que se está contagiado de ellos es mediante la búsqueda de nuevos moretones en el cuerpo, generalmente piernas y torso. En un principio tienen una tonalidad común, del tipo verdoso-azulado que los caracteriza. Pero al pasar los días, empiezan a tener un color oscuro que se va incrementando: se van haciendo amarillos, después cafés y terminan por ser totalmente negros. Es ahí cuando de la piel empiezan a salir bolas, que van creciendo poco a poco hasta convertirse en cúmulos de dura consistencia que se asimilan a los tumores cancerígenos, que pueden tener una superficie de cinco centímetros de diámetro. Todo el proceso del nacimiento del moretón hasta llegar a ser una masa gonzalesca varía dependiendo de la complexión física de la persona que padece de esta enfermedad, pero lo común es que sea en el transcurso de dos semanas en un hábitat de clima templado. Si se vive en una zona en donde el clima es de tipo caluroso, se acelera el proceso hasta en un 20%. Y si es en uno frío, se disminuye en un 22%. El parir a un González implica un grave daño a la salud, ya que absorbe distintos nutrientes del cuerpo para su correcta formación.
La segunda fase del nacimiento del González inicia después del periodo previamente mencionado. La bolsa gonzalesca se quiebra y brota el producto: una criatura idéntica al que lo parió, del mismo sexo ―sin embargo carecen de órganos reproductivos―, color de piel, rasgos fáciles y complexión física. En un principio se sospechaba que eran clones idénticos a nosotros. Pero largos estudios clínicos demostraron que son inquilinos que usan el cuerpo humano para reproducirse y tomar forma, por razones que todavía se desconocen.
A pesar de haber muchas hipótesis de su llegada a la tierra, el estudio más completo es el de Ferdinand von Leach[2], quien en su libro “The origin of González” (Londres, 2011), habla acerca de los fundamentos evolutivos que abarcan esta especie. Su hipótesis dice que tienen cuerpos gaseosos que ingresan al cuerpo humano a través de los moretones y empiezan a encapsularse en la dermis hasta formar la bolsa gonzalesca, la cual se asimila a la placenta.
Antes de que se firmara la Convención Internacional sobre el Cuidado y Preservación de los González en Berlín en el 2015, muchos países hicieron experimentos sumamente crueles con ellos. De acuerdo a las investigaciones realizadas por González Rights Watch se les hacían vivisecciones y biopsias. De igual forma se realizaron pruebas para ver sus reacciones al dolor, de resistencia a climas extremos y autopsias para averiguar el efecto de diferentes armas químicas[3]. Y a pesar de que tienen los mismos órganos que los nuestros, tuvieron que pasar quince años y un millón de muertes de los mismos a manos de grupos religiosos, supremacistas humanos radicales y personas sádicas en general. Hoy en día, gracias a los Convenios de Berlín, está penado en todos los países miembros de las Naciones Unidas el afectar la esfera jurídica de un González.
La conducta de los González no es difícil de explicar, ya que todos han conocido a alguien que le ha brotado uno. Son seres que no hablan ningún idioma conocido por el ser humano y se cree que se comunican a través de ondas telepáticas. Son generalmente pacíficos, pero informes de diferentes fuentes han demostrado que desde el año 2004 algunos sectores de los González, especialmente los más marginados, han optado por aliarse con grupos separatistas y terroristas, tales como el Irish Revolutionary Army, ETA y hasta Al-Qaeda, quienes los utilizan para plantar bombas en ubicaciones que atentan contra el libre desarrollo de los González.
Sin embargo, la naturaleza del González promedio es pacífica. Y gracias a los Convenios de Berlín se ha propiciado a que sean considerados como miembros de una familia. El cometer un gonzalicidio conlleva a pasar de diez a veinte años en la cárcel.
Aun así, hay rumores que existen comunidades de González, en donde secuestran humanos para utilizarlos como criaderos de nuevas generaciones: granjas dedicadas a su explotación, estando alejados de toda ayuda humana posible.
La paz entre González y humanos se ve distante. Pero la esperanza radica en las sociedades civiles y el interés en los tratados internacionales.
[1] Bruno González Rivera (1976-2009), primera víctima de los denominados González, murió intentado descubrir el origen de sus inquilinos. En 2001 fue contagiado por ellos y se enamoró plenamente de su estilo de vida. Constante defensor del reconocimiento de los González como personas jurídicas ante la legislación mexicana e internacional. Los registros dicen que tuvo alrededor de cuarenta y siete González, a los que se dedicó a criar y mantener hasta su muerte en 2009, por desnutrición. Se desconoce el paradero de sus González. Escribió cinco libros acerca de su estilo de vida. “Vida y obra de los González” (Ciudad de México, 2007), la cual es su obra más completa, que le dio el premio Pulitzer en el mismo año.
[2] Ferdinand von Leach (1961-2013), académico e investigador alemán en el campo de la entomología.
[3] En el 2014 se realizó un informe totalmente clasificado y expuesto por Edward Snowden, en donde reveló las pruebas efectuadas por el gobierno de los Estados Unidos de América. La administración del Presidente Barack Obama (1961-2015, quien murió por desnutrición causada por un grupo terrorista de González) los expuso ante armas nucleares, biológicas y químicas, llegando a las conclusiones de que son resistentes a las primeras dos. Pero que si son expuestos a grandes o bajas temperaturas (ej. Prueba 43: Efectos del Napalm en González, 2007) la muerte resulta inmediata.
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